A lo largo de más de 100 años, desde el 28 de febrero de 1911, cuando se conmemoró por primera vez, a propuesta de Clara Zetnik, en la II Conferencia Internacional de Mujeres de Copenhague de 1910, han pasado varias guerras e incontables conflictos nacionales e internacionales donde las voces y la acción de las mujeres fueron notorias aunque quedaran en silencio. La censura de todo tipo y la violencia patriarcal intentó detener la marcha hacia la igualdad.
El ejemplo lo tenemos en la guerra civil, cuando las combatientes republicanas fueron quitadas de la primera línea de fuego por el maltrato oral y físico de sus compañeros de lucha.
El 16 de diciembre de 1977 la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas determina el 8 de marzo como Día de la mujer con el objetivo de eliminar toda forma de discriminación hacia las mujeres, promover su empoderamiento y conseguir su plena participación en la sociedad.
Somos nosotras las que debemos defender nuestro rol para modificar las actitudes patriarcales que nos rodean, como lo hicieron las mujeres, aunque perdieran su vida, luchando para defender nuestro derecho a SER, ser independientes de patrocinios patriarcales, SER sin dependencias, ni de minusválidos discursos sobre lo que una MUJER puede o no debe hacer, SER recompensadas en todos los campos en la misma medida que los hombres: iguales nóminas, premios, apoyos, ayudas, consideraciones.
Aceptar nuestra forma de SER desde la profundidad que merecemos, que no pasa por simplezas como pelos en las axilas, sujetadores o pintura en los ojos.
He trabajado desde los dieciséis años, (quedé húérfana de padre y madre muy pronto) y he convivido en pareja pero nunca he dependido del otro, en todo caso, hemos estado el mismo nivel económico. He compartido con mis compañeros de vida alegrías y desdichas, poemas y música.
A lo largo de estos 78 años he visto, desgraciadamente, muchas situaciones de maltrato a mis compañeras mujeres por sus novios, maridos o jefes. Como mujer, que he nacido en Avellaneda (Buenos Aires) y he residido en Roma, Londres, Madrid y, desde 2004, en la Comunidad Valenciana, he estado en muchos momentos discriminada y maltratada por mi sexo y por mi origen.
No he abandonado mi filosofía de vida ni mi acción militante.
El 8 de marzo no es un día festivo, es un día de conmemoración y lucha.