Solitud. Nos quedamos solos, rostro al viento, golpeados por la vida. Los instantes más bellos se nos desangran entre las manos. Y no queremos sentir nostalgia de oración. La fe cristiana no aspira a ser una propuesta más.
Es uno de los textos del proyecto audiovisual que conmemora el 150 aniversario del Santo Sepulcro de Gandia. Un libro y un documental novedosos e innovadores. Es la esencia y la razón de una hermandad que suma una simbiosis perfecta con Gandia. Orgullosa y acogedora, en los mejores sentidos de los términos.
“Es un libro y un documental muy arriesgados, nos hemos abierto en canal; pero demuestran que el Sepulcro sigue estando a la vanguardia de la Semana Santa gandiense y sigue siendo su locomotora”, afirma su Hermano Mayor, Ernest Mesalles.
Quedamos con él al final del día en una semana laboral y emocionalmente intensa. El sábado fue un día señalado en morado en el calendario. El Museo Faller de Gandia celebró la presentación del libro, la proyección del documental y el acto institucional del 150 aniversario de la Hermandad. Ha habido y habrá más -exposición en la Casa de la Marquesa y procesión extraordinaria, entre otros -, pero la emoción, la piel erizada y las lágrimas emergerán al redoble de una historia de hermanamiento y entrega.
En un celebración de joven longevidad se antoja inevitable mirar atrás a la par que hacia delante. Como si de una lista de asuntos pendientes se tratara, Mesalles avanza los proyectos y actuaciones que todavía tiene en el tintero: “…sacar a los titulares con una Cruz de Guía, también hay que hacerle un palio a la Virgen, pero es caro y difícil de realizar”.
Trazando y protagonizando el futuro de la hermandad está su ‘cantera’, con la agrupación músical como pilar fundamenta. Y la igualdad en positivo. En avance sincero y necesario. Creíble y palpable: “Fuimos pioneros en sacar mujeres portadoras”.
Ernest Mesalles recuerda a la perfección cuando se empezó a interesar por la Semana Santa en general, y la de Gandia en particular: “Recuerdo ir con mi tío con ocho años. Iba a apuntarme a la Buena Muerte porque era mi parroquia, lo que pasa es que mi familia era del Sepulcro y mi tío me dijo que viniera aquí. Y lo hicieron muy bien, yo venía todos los Domingos de Ramos y después nos cogía Ángel Pascual a los jóvenes y nos llevaba a Tano y almorzábamos. Nos vestíamos de capuchinos después y salíamos a la procesión general”.