El Catecismo de la Iglesia Católica recoge la definición de la dignidad en la persona humana (Cat. 1700). Esta dignidad es recibida en el ser humano por el hecho de ser creación de Dios, es decir, creatura de Dios. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, tiene una dignidad inquebrantable, que nada ni nadie nunca le podrá arrebatar. El mismo Papa Francisco en su Magisterio, en concreto, en la Exhortación Apostólica «Laudate Deum», llega a afirmar que la Iglesia desde la Relevación que Dios ha hecho a lo largo de la historia a los hombres, máxime con la venida de Cristo a la tierra, puede afirmar que cada persona tiene una dignidad ontológica e inalienable.
La persona humana es definida tradicionalmente como «sustancia individual de naturaleza racional». El hecho mismo de ser persona e individuo («sustancia individual»), creatura de Dios, recibe de forma real (en el sentido metafísico del ser) la dignidad humana. El sustantivo «racional» engloba la capacidad relacional del hombre y rompe contra toda forma de exclusivismo. La individualidad no es aislamiento, o dicho de otro modo más sencillo, la personalidad no es sinónimo de individualismo, pensando en el sentido más egoísta del término.
La palabra «naturaleza» indica que el ser humano no crea la naturaleza, sino que la recibe y posee como un don llegado desde fuera y que, esta naturaleza, viene a engrandecer sus posibilidades vitales.
Así con esta definición clásica podemos observar cómo la persona puede perfectamente sentirse desde su hecho natural y racional como criatura de Dios.
La revelación máxima de Dios ha venido en Jesucristo. En el misterio de la Encarnación y Resurrección de Cristo el hombre ha encontrado su máxima de ser persona. En ese campo entre Encarnación y Resurrección, está el mensaje de Jesús, que define la esencialidad del ser hombre, es decir, criatura de Dios.
El mensaje de Jesús no es meramente un mensaje social. Jesús no viene a darnos una mera libertad política (como pensaban algunos seguidores), ni tampoco destruye unas posibles clases sociales de su época. Pensándolo bien, aunque nosotros pudiésemos encontrar clases sociales en los tiempos de Jesús, en el contexto histórico, social y político, no existía tal término y tal manifestación. Por tanto, el mensaje de Jesús sólo puede observarse y vivirse, desde el punto de vista de la redención. Sí, hermanos, en Jesús encontramos la Salvación. En Jesús el ser humano, los hombres y mujeres de todos los tiempos, encuentran su Redención. Así ocurrió con sus palabras y con sus hechos: Jesús no les excluía de la pobreza o de la riqueza, Jesús no vivía al margen de la naturaleza humana y tampoco despreciaba la vida divina, como si de un ideólogo revolucionario se tratase. En las palabras y hechos de Jesús, pobres y ricos, enfermos, pecadores, excluidos, marginados, esclavos y libres, todos reciben la Redención y una vida nueva; aunque se siga manifestando el mismo estatus social en todos ellos, su vida cambia por completo, porque se han sentido redimidos, es decir, amados y salvados por Dios.
Precisamente, el hombre cuando se vuelve un ser endiosado en sí mismo (baste observar los criterios de los gobernadores romanos de la época de Jesús de Nazaret), o cuando el hombre busca ocupar el lugar y criterio de Dios (baste observar la actitud de los Sumos Sacerdotes, escribas y fariseos) es incapaz de ver en Jesús una palabra Redentora y Salvadora.
Lo mismo ocurre hoy. Cuando nosotros no tenemos necesidad de Redención, nos creemos autosuficientes. Cuando no necesitamos un consejo y no queremos mostrar necesidad, nos convertimos en seres arrogantes. Así ocurre en algunas personas de la Iglesia. El clericalismo, no sólo llevado por curas, sino también por laicos, religiosos o religiosas, nos ha conducido a la “arrogancia espiritual”. Pienso en aquellos que no necesitan consejo, aquellos que lo saben todo, los que son capaces de vivir al margen del Magisterio o la Tradición, los que no cuidan la liturgia, aquellos que utilizan e interpretan la Palabra de Dios como una espada afilada para sostener su ideología progresista o conservadora… Lo mismo ocurre hoy en la sociedad con todos aquellos que no pueden sentirse redimidos porque su corazón a la humildad se ha cerrado. Son aquellos que se acercan a la Iglesia y piden recibir los Sacramentos según sus convicciones o criterios, aquellos que no son capaces de indagar en las verdades de Fe pronunciadas en el seno de la Iglesia, aquellos que incluso descaradamente manifiestan no tener necesidad de confesión, porque dicen no tener pecados.
Sin la capacidad de Redención y Salvación es imposible descubrir los grandes misterios de la Encarnación y Resurrección. En definitiva, es imposible conocer a Cristo en toda su plenitud, ¡Sólo el encuentro con el Resucitado cambia la vida humana!
Tal y como hemos señalado, el hecho de no poder descubrir todo esto, que es intrínseco a la naturaleza humana, nos incapacita para descubrir la dignidad humana.
La Declaración de los Derechos Humanos, no es garantía de ninguna conservación de derechos fundamentales. En una sociedad hiperdemocratizada, dónde no hay verdades y sólo es garantía de legalidad el criterio de las mayorías o la imposición ideologizada de las minorías, no puede observarse una Declaración con una base de positivista en su promulgación, como algo que sostiene el principio de la Ley natural.
Sólo la visión de ser creatura de Dios es la que nos capacita para sostener la dignidad de todo individuo, de toda persona y de todo ser humano.
A propósito de esto, la Congregación de la Fe, con la firma del Papa Francisco, ha publicado un documento titulado “Dignitas infinita”. En este documento aborda el tema de la infinitud de la dignidad humana y desde ella cuestiona los males que sufre hoy la persona humana: el aborto; la eutanasia o suicidio asistido; la guerra; la inmigración; la ideología de género; el cambio de sexo; la violencia digital; el descarte de personas con discapacidad; la violencia contra la mujer; la maternidad subrogada… quizás en estos próximos días abordemos en estos artículos algún tema de los que trata el documento… me lo voy a pensar…
Pero mi querido lector, ya término, si has llegado hasta aquí es porque te interesa. Gracias.
No es casual que justo cuando la Santa Sede pública un documento de tal calado, las presiones en la Unión Europea venidas desde la vulgar política francesa, hayan propiciado una declaración para que los estados miembros reconozcan el aborto como un derecho fundamental.
Ante el aborto, el cristiano nunca podrá ponerse de acuerdo con sus defensores. La dignidad humana nunca puede hacer que la persona vaya una en contra de otra, o que una persona se muestre superior a otra (aún con infinitas justificaciones). La dignidad humana es otorgada por el hecho natural de ser persona desde la acción creadora de Dios. Y el hecho de la existencia no es un fenómeno subjetivo. La creencia en Dios, por parte del cristiano, es un hecho objetivo. Tan objetivo como el del no creyente.
Sí, la defensa de la Vida y de la dignidad de la persona humana, nos va a costar a todos los cristianos nuevas persecuciones, marginaciones, insultos y descalificaciones. ¡No tengáis miedo! Cristo es el único que nos va a juzgar. Políticos cristianos: defended la dignidad humana en todas sus facetas con vuestras leyes. Médicos cristianos: sed fieles al juramento de intentar salvar y mejorar toda vida humana. Jueces cristianos: no tengáis miedo de anteponer vuestra conciencia a la aplicación de leyes exclusivistas y marginadoras. Cristianos profesores y miembros de la judicatura: defended y enseñad a defender al pobre y al marginado, tal y como Cristo nos enseñó. Periodistas cristianos y miembros de la comunicación en la Iglesia: informad con el criterio de Cristo por encima de presiones de partidos o estados (denunciad el sectarismo en las adjudicaciones publicitarias de carácter público, es la base de todo).
Antes los cristianos eran echados al circo, hoy seréis marginados y excluidos, por no decir también descalificados y ridiculizados, es el nuevo martirio. En definitiva, todos los cristianos, digamos sí a la Vida, porque la Vida es un don de Dios manifestado en la naturaleza racional. Esta naturaleza manifiesta que todo ser humano «es» desde el momento de su concepción hasta su muerte natural, y eso, mis queridos hermanos, nos da un posicionamiento claro en la defensa de la dignidad humana, la Vida, y el ser humano en sí mismo.
Gracias a Ud. por su apreciación muy oportuna y necesaria en los tiempos que vivimos.
Que Dios lo Bendiga
¿Vulgar política francesa? Vuestro adoctrinamiento apesta. Dejen vivir en paz y ocúpense de los delitos sexuales en vuestra iglesia y, además, dejen de vivir de subsidios del Estado al que tanto cuestionan. Vivan con su dinero.