La emblemática tienda Calzados Jose Francés ha cerrado su local por un tiempo. Aseguran que ellos no se van, que estarán en el mismo sitio todo el tiempo que puedan, pero por reformas necesarias, se deben trasladar.
Antonio Francés nos atiende desde su tienda de toda la vida. Con 87 años sigue yendo a pasar el rato con sus clientes. Él es el hijo de los fundadores, que montaron la tienda allá por el año 1947 y que tanta fama -y tantas colas- ha ocasionado en el centro de Gandia.
«Mi madre no sabía leer ni escribir, pero ella vio el Palacio, la Colegiata, la iglesia, el ayuntamiento y lo captó todo. Ella dijo: “esta me gusta” y claro que le gustó», asegura Frances, emocionado tras recordar la gran trayectoria que sus padres hicieron.
En Francés reina el ambiente familiar. La tienda ahora la regenta el hijo de Antonio y, como si no hubiese pasado el tiempo por ella, siguen vendiendo los zapatos con la misma calidad. Pero para tener esta fama y tantos años de trayectoria, Antonio cuenta que no ha sido tan fácil.
«El primer dinero es el que más cuesta. Mi madre fue la que quiso comprar este local. Nos dijeron que si no lo pagábamos en un año, perdíamos todo el dinero que habíamos entregado. Aquí fue cuando empezamos con Segarra, íbamos vendiendo y en tan solo siete meses conseguimos pagar esto» afirma Antonio.
La calidad, cercanía y buen hacer de Francés, su mujer e hijos hizo que los gandienses tomaran esta tienda como el lugar de referencia para comprar sus zapatos. «Recibíamos 300, 400, 500 pares y en dos días se acababan» asegura Antonio.
Y es que esta ha sido su casa siempre. Ahora van a cerrar, pero solo por un tiempo. Calzados Francés se traslada a tan solo unos metros de su histórica tienda: «Nos hemos trasladado a un local en esta misma calle, porque a mí me gusta estar aquí, delante del Palacio Ducal».
Los padres de Antonio llegaron a Gandia sin nada y, tras más de 70 años, su tienda sigue en pie. «He seguido yo, ahora mi hijo y tengo un nieto que, si le gusta, también puede continuar» comenta Antonio, que concluye nuestra conversación, con lágrimas en los ojos: «Cuando me dijeron que querían comprar el local pensé en mi madre y enseguida dije que no». Porque Antonio y su familia quieren seguir con una de las tiendas más emblemáticas de Gandia -y su casa- por mucho tiempo.
