Francisco Martínez, conocido por su implicación festiva al frente de la Federación de Fallas de Gandia, y su pareja María Miñana, acaban de demostrar que el compromiso y la pasión no entienden de contextos. Ambos han logrado un hito personal y deportivo: completar —y ganar— la exigente Half Marathon des Sables, una carrera de 120 kilómetros por el desierto marroquí en régimen de autosuficiencia.
“Es una carrera de cine, de fama internacional, en el mundo del deporte de montaña”, cuenta a Som Gandia. “Había gente de todo el mundo: de Japón, Sudamérica, Europa… Unos 300 corredores en total”.
La Half Marathon des Sables es la versión reducida —aunque no por ello menos desafiante— de su hermana mayor, la mítica Marathon des Sables, que alcanza los 250 kilómetros. La prueba se divide en cuatro jornadas: tres de competición y una de descanso entre medias. Pero lo que realmente marca la diferencia es su formato.
“La característica principal es que es en autosuficiencia”, explica Martínez. “Tienes que llevar tu comida en la mochila. Ellos solo te dan una tienda de campaña para dormir y cinco litros de agua al día. El resto, es cosa tuya. La comida es de esta deshidratada, como la que usan los astronautas”.
El entorno no lo pone fácil, aunque sí lo compensa. “El paisaje era impresionante. Hemos estado en una zona preciosa, la etapa 12, y ha sido una pasada correr por allí. Un auténtico placer, aunque el reto era importante”.
Pero el reto no solo consistía en sobrevivir a las temperaturas extremas del desierto y a la autosuficiencia. El verdadero objetivo era personal: un sueño compartido en pareja, que llevaban tiempo preparando con ilusión y mucho esfuerzo. “Llevamos todo el año compitiendo y entrenando. Era un sueño, un reto personal. Lo teníamos tan interiorizado y lo habíamos preparado con tantas ganas, que haberlo logrado es muy satisfactorio”.
Y no solo lo lograron: lo conquistaron. Ella fue la primera mujer en cruzar la meta, y él el primero entre los hombres. “No pensábamos ni de lejos hacer podio. Solo queríamos acabar. De los 300 que empezamos, unos 50 abandonaron. El calor era tremendo. Pero que encima hayamos sido primeros… tiene un valor añadido que todavía estamos asimilando. Estamos en una nube”.
A pesar de la dureza y el cansancio acumulado, Francisco transmite una alegría serena y contagiosa. Ha vivido una experiencia transformadora. Y, como él mismo dice, “estamos felices de haber completado el reto y satisfechos con el resultado”.
